domingo, 8 de junio de 2008

Y el manto cayó (2006)

Esta es la historia de un país que no tenía nombre, ni número de habitantes, ni bandera ni situación geográfica. Algunos marineros juraban haberlo visto y otros no eran capaces de distinguir haberlo recorrido en sueños o en la realidad.
Las historias que allí se sucedían parecían sacadas del más asombroso cuento de hadas, porque las cosas eran otras y otras eran las cosas y a pesar de ser, de cualquier forma, un lugar recóndito y misterioso para muchos, los que allí habitaban no concedían ni un segundo a preguntarse qué ocurría mas allá de sus frondosos bosques y sus helados glaciares. Y así sucedía tanto en un lado como en el otro, como si una manta de lana separase dos horizontes coincidentes espacialmente, pero diametralmente opuestos entre sí.
El tiempo transcurría allí como si tal cosa, el sol salía y se ponía y los días se sucedían uno tras otro. Aún así, la monotonía ofrecía ese atisbo de la personalidad que otorga cualquier conjunto de seres y situaciones recogidas en un punto del mundo, en un momento elegido al azar. Y no se sabía si realmente había algo que distinguiese a este lugar de otros, ni si merecía la pena pasar toda una vida preguntándose si quedarse o salir, si subir o bajar.
La riqueza y la belleza se manifestaban en este lugar en forma de oro y plata, que fundidos consagraban la ornamenta tan característica del lugar, y, de esta forma, lo era todo y nada, al mismo tiempo. Perfección en forma de cotidianeidad, de unión y fuerza, de relaciones humanas, de superación y de trabajo; imperfección en forma de desigualdad, de cambio y rechazo, de hipocresía y egoísmo. Con sus virtudes y defectos, aquel país otorgaba y recibía, cambiaba y se adecuaba.
En cierto punto de la historia se hallaba él, ni más tarde ni más temprano, en ese momento, el que era. Y había cambiado, y se había adecuado y cada vez era más consciente de sus virtudes y defectos, pero seguía siendo él. Y fue en ese momento, exactamente, cuando ocurrió. Pasó de repente, de un día para otro y ya estaba, dando un giro de 180 grados para situarse a la deriva y hacia ninguna parte. No supo nunca cómo ocurrió, cómo pasó de ir paseando a ir cogido del brazo a toda velocidad.
Pero el caso es que fue así como la manta un día cayó, y unió lo inconexo y los dos horizontes chocaron, y ya no hubo nunca separación física para la que fue siempre una separación abismal. Porque las diferencias continúan y se acentúan si las intentas simplificar, si las comprimes de tal forma que parezcan una, cuando no dedicas el tiempo suficiente a admirarlas en su complejidad. Y luchó y combatió y trató de imponerse y quizá la fuerza no fue demasiado intensa o el tiempo no estaba de su favor.
Esta es la historia de un país que se vio invadido por otro mayor, esta es la historia de lo grande y lo pequeño, de lo material y lo imperecedero, del egoísmo y de la saciedad. Esta es la historia de no sólo un país, si no de tres, de cuatro y de más. Esta es la historia de América Latina, que vio a un héroe español, ni malo ni bueno, llevárselo todo, en un segundo. Y nunca volvería a ser lo que era; y entonces tuvo nombre, y número de habitantes, y mil banderas…pero también un dueño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡que violenta preciosidad! ¿es tuyo?
al final va a ser que un poco de alma ya tienes...

a ver si escribes un poco más, que tienes esto abandonadico.