lunes, 31 de marzo de 2008

Los crímenes de Jack el destripador

En las noticias. En la radio. En la prensa escrita. Tanto dilucidar sobre su existencia los convierte en prácticamente atemporales pero, ¿han estado los crímenes sexuales siempre ahí?
En 1888 nace en Whitechapel, Londres, el primer conjunto de crímenes, el número de ellos aún por determinar, realizados en un intervalo de tiempo concreto y atribuibles a una misma persona. Es decir, lo que se conoce como el primer asesino en serie de nuestra historia conocida.
Jack el Destripador cometió, por lo menos, cinco crímenes, entre agosto y septiembre de 1888; todos ellos protagonizados por prostitutas, habituales trabajadoras de uno de los suburbios más castigados por la delincuencia y la pobreza del panorama londinense de la época. Crímenes sanguinarios que reflejaban una profunda misoginia por parte del autor, además de una desviación psicológica cuyas pautas de acción, el tiempo nos demostraría, no resultarían acciones aisladas en tiempos venideros. Sus crímenes forman parte de lo que hoy conocemos como “crímenes sexuales”.
La policía de entonces, desconocedora de todas las posteriores aclaraciones que expertos en la materia nos ofrecerían con el paso del tiempo, corrieron tras la sombra de lo desconocido y sus pasos en falso costarían a la historia el caso abierto más polémico con el que criminólogos de todas las épocas hubieron de toparse. A día de hoy, la lista de sospechosos se eleva a la docena y no pasará mucho tiempo antes de que otro “ripperólogo”, (experto en el caso de jack el destripador), nos regale una nueva solución para este enigmático rompecabezas que asemeja indescifrable.
Hacia el 1900, alrededor de 22 años después, un médico austriaco, Sigmund Freud, es bautizado en el mundo entero como el “padre del psicoanálisis”. A pesar de ser tachada de seudo ciencia por sus detractores, entre los que se encuentra la mayor parte de la comunidad científica, ofrece un avanzado estudio sobre la conducta y enfermedades mentales del ser humano, e implanta las bases de lo que se convertiría, más adelante, en la criminología o psicología criminal. Esta se encarga del estudio no sólo del crimen en sí, sino también de la víctima, el infractor y por supuesto el control social del comportamiento delictivo.
En tiempos actuales y a pesar de los innumerables avances conseguidos en el tema, todo esfuerzo resulta claramente insuficiente, y la presencia de agresores, en concreto sexuales, en nuestra sociedad, se hace más notoria a medida que las soluciones se hacen esperar.
La psicología de este tipo de agresores suele poseer una dualidad en el comportamiento del individuo, que por una parte intenta satisfacer su apetito sexual, y por otra no menos trascendente manifiesta una conducta violenta de opresión y supremacía frente a la víctima, conjeturada como ser débil, sometido.
Hoy en día, las medidas penales que pretenden hacer frente a esta clase de delincuencia en la mayoría de los casos no sobrepasan la labor penalizadora, olvidando sobremanera la supuesta función reinsertadora que en tantos casos es obviada, contribuyendo no sólo a la marginación social sino también a la reincidencia de este tipo de criminales. Es cierto a su vez que sólo en determinadas cárceles españolas se está llevado a cabo un programa de reinserción de la mano de terapeutas especializados en la materia y cuyas respuestas, por parte de los infractores, no se hacen esperar. Es pronto para valorar de manera universal los resultados del programa, pero sí que es tiempo de valorar la posición que la sociedad está tomando al respecto. Las miles de protestas que surgen con cada excarcelamiento de un violador que ha cumplido su condena lo evidencian, y lo peor es que la reincidencia del criminal al poco tiempo de salir no hace más que dales la razón a aquellos que protestaban. La cárcel no soluciona el problema, tan solo lo aísla.
Se oyen ahora nuevas voces que pretenden abrir debates sociales para dar a esto nuevos remedios. La castración química se levanta como estandarte de la nueva solución, pero los especializados en la materia no se han hecho esperar, incidiendo en esta otra parte del problema, ya mencionada, que otorga relevancia no sólo al componente sexual del acto sino además al placer que para ellos supone el hecho de someter, cosa que no se solucionaría con la nueva medida. Es necesario entender que una desviación mental de esta índole merece ser tratada como tal, así como los delincuentes como enfermos que son. Una medida como la castración química no parece acarrear la desaparición del problema ni atacar en el nido del mismo, que se encuentra no en el órgano reproductor sino en la cabeza. Medidas tomadas a la ligera podrían además conducir a una agudización del problema, que podría conllevar actuaciones que, aunque no contengan componentes sexuales, podrían contener otros, iguales o peores. A Jack el destripador no le hizo falta violar a sus víctimas para ser englobados sus actos en el conjunto de crímenes sexuales, y castrado o no químicamente no hubiese disminuido su patología criminal, ni su problema con el sexo opuesto.
Cierto es que quizá es pronto para determinar un remedio. Éstas medidas basadas en la reinserción son teóricas para todo tipo de criminales en nuestra sociedad, y faltarán muchos años para que puedan llevarse a cabo, además de mucho presupuesto estatal. Es por esto por lo que por ahora es necesario optar por una medida “pasajera” que nos proporcione margen de actuación, para que en un futuro esperemos no muy lejano, seamos capaces de solucionar de verdad estos y otros problemas. Si la única solución, con los medios provistos, es el aislamiento para este tipo de criminales, no debemos pecar de progresistas asegurando que una reinserción es posible. Es bien cierto que es posible, me niego a creer lo contrario, pero evidentemente no lo es en el contexto en el que vivimos. No debemos precipitarnos con medidas ineficaces si queremos afirmar, en un tiempo no muy lejano, que los crímenes sexuales no estarán ahí para siempre.

martes, 18 de marzo de 2008

Veinte años bastan

¡LA HEMOS VUELTO A HALLAR!¡
¡La hemos vuelto a hallar!
¿Qué?, la Eternidad.
Es la mar mezclada
con el sol.
Alma mía eterna,
cumple tu promesa
pese a la noche solitaria
y al día en fuego.
Pues tú te desprendes
de los asuntos humanos,
¡De los simples impulsos!
Vuelas según..
Nunca la esperanza,
no hay oriente.
Ciencia y paciencia.
El suplicio es seguro.
ya no hay mañana,
brasas de satén,
vuestro ardores el deber.
¡La hemos vuelto a hallar!
-¿Qué?- -La Eternidad.
Es la mar mezclada
con el sol.


Arthur Rimbaud dejó la poesía con tan sólo veinte años, para dedicarse al comercio o a hacer fortuna. Consideró que escribir ya no podía ofrecerle más de lo que hasta ese momento le otorgaba; y decidió que su angustia interior no volvería a manifestarse a través de un simple lápiz. Como el mismo afirmó, Arthur Rimbaud, el poeta, murió con veinte años.
Nos dejó, a pesar de ello, un legado infinito de versos que, cómo este, hacen que su corta vida como escritor mereciese la pena.
A los que ya cuentan en sus espaldas con más de veinte años, los invito a echar la vista atrás. Parece que, sólo a algunos, veinte años de una vida bastan para vivir eternamente en las vidas de los demás.

lunes, 17 de marzo de 2008

El destino y las connotaciones fatalistas

En 1996, el famoso politólogo estadounidense, Phillips Huntington, publica una de las obras más difundidas y de mayor impacto social, en la historia de los últimos tiempos.
Introduce en ella un nuevo concepto y es quizás por la inminencia de adaptación o creación de nuevos términos, (la semántica se hace, una vez más, ajustar a los tiempos que corren), por lo que este intento de describir tan complicada realidad social cala de lleno en lo más hondo del subconsciente colectivo. El choque de civilizaciones, y todas las connotaciones dramáticas que enlaza subliminalmente un término en sí tan fatalista, habían llegado a nosotros.
En la historia de las civilizaciones que han poblado nuestro planeta, desde los más lejanos tiempos, desde la civilización maya hasta el islam, y sea cual sea la definición de civilización que establezcamos más válida, si hay algo que podemos considerar omnipresente a todo este largo recorrido histórico, es precisamente la diversidad. La individualidad del ser, como parte de un colectivo ceñido a la propia condición humana y frente a la homogeneización de las masas en estos tiempos de apurada globalización, es un valor añadido a todas las reflexiones que podamos hacernos frente a una misma idea: la idea de identidad.
Somos, los seres humanos, individuos en busca de una identidad, cultural, contractual, abstracta pero con necesidad de ser definida. Ya Malouf, en su obra “identidades asesinas”, nos propone una adhesión de identidades como respuesta a este ímpetu y afán por la afirmación de un yo personal, íntimo, que acabe generando una cantidad de odio suficiente para llevar a cabo las masacres que a día de hoy suceden en El Líbano, o acabaron con las Torres Gemelas en el atentado del 11 de septiembre.
Qué ha sido exactamente lo que nos ha llevado a esta situación de odio repentino, de perpetuación de creencias inhumanas, de reafirmación de valores enterrados ya por el paso del tiempo.
Religión, etnia y cultura se entrelazan en lo que algunos consideran el germen de la arraigada confrontación que hoy nos concierne. Un detenido vistazo al pasado nos hace concluir ciertas ideas, aún un tanto difusas. Bien es cierto que esta propia necesidad humana de no vivir con un “sinrazón”, de no encontrarnos a la deriva de un mar de tantas y tantas preguntas sin respuesta, ha dado origen a fenómenos tan globales como la religión. La radicalización de estas y otras ideas, sin embargo, no responde más que a un delirio de la propia personalidad humana y no debe considerarse en ningún momento causa y origen de tal desviación de valores y moralidad. Ni mucho menos debe serlo este último resurgir de movimientos que reivindican una identidad cultural, que no deber ser nunca un obstáculo en la organización del orden mundial. Estas identidades culturales sólo deben constituir un reafirmarte de esta diversidad de la que hablamos, esta diversidad que tanto caracteriza a esta raza humana y que debemos, hoy y siempre, enarbolar como si de una bandera se tratase.
Y es que los seres humanos, partiendo de tantas y tantas coincidencias, hemos logrado construir un mundo de diferencias que nos honran y enaltecen, despertando nuestro interés pero también nuestro miedo. Y para el miedo, qué mejor repuesta que la del conocimiento.
Como todo, han ido desarrollándose diversos procesos históricos para cada una de estas civilizaciones, que han hecho de cada una lo que hoy es. Con mucha razón escribió Arturo Graf, “La civilización es una terrible planta que no vegeta y no florece si no es regada de lágrimas y de sangre”. Y en esto hemos estado los seres humanos todo el tiempo, regándola y regándola pensando en que un día, no muy lejano, llegue a florecer. Pero como cualquier planta, tiene una velocidad de crecimiento diferente de todas las que la rodean, porque se alimenta y nutre de lo mismo, pero en diferentes dosis.
Occidente, y dentro de occidente Europa y en su interior la misma España, han tenido en este proceso sus propias dosis, que las han hecho distanciarse, a España de otros países, y a Europa de África y a occidente de oriente. Qué menos. No a todos les lleva el mismo tiempo ni partimos de las mismas facilidades, pero sí de los mismos sueños. Por qué intentan ahora inculcarnos la idea de moralidad europea, que el propio Huntington desuniversaliza y considera producto de nuestra propia historia. Lo que Huntington parece olvidar es la época en la que Europa, a través de las cruzadas, declaraba la guerra santa a los “infieles”. A través del desarrollo económico, muy ligado al desarrollo cultural, hemos, al igual que países con cierto paralelismo en bienestar, conseguido dejar de lado estas y otras imposiciones colectivas para encontrarnos frente a un nivel de vida que muchos quisieran. No nos cuestionamos hoy acerca de su cultura que, como la americana, por ejemplo, tenemos bastante bien asimilada. No tememos su cultura. Parten, al igual que nosotros, de unos valores morales universales, como la carta de derechos humanos, que nos hacen firmes convencidos de la racionalidad de sus actuaciones, a pesar de ocupar un lugar que difiere del nuestro en cuanto a identidad cultural.
Debemos confiar en que, tarde o temprano, estas otras civilizaciones lleguen a estas mismas conclusiones que tantas lágrimas y tanta sangre nos han costado conseguir. Y que, ya hoy, somos testigos de cómo otros derraman. Este choque de civilizaciones no es, ni mucho menos, un enfrentamiento inaplazable originado en la diversidad de culturas, si no un choque entre las diferencias temporales adheridas al desarrollo de una sociedad. Podemos, nosotros, fortuitos líderes de este desarrollo, fomentarlo en otros lugares de nuestro planeta, pero inmiscuyéndonos en su propia historia sólo conseguiremos aseverar los conflictos, realzar el miedo a lo diferente.
Lo que decidamos ahora establecerá el legado que dejemos a futuras generaciones. En nuestras manos está el adecuar mediadores que consigan estabilidad sin intromisión, moralidad sin imposición.
Porque el choque de civilizaciones, tal y como Huntington lo auguró, no es ni inevitable ni improrrogable. Pediremos una segunda consulta a su bola de cristal.

viernes, 14 de marzo de 2008

Elefantes voladores contra tigres malabaristas

Hemos sido testigos de una amarga polarización de masas. Cuatro años de bipartidismo extremo; de gritos, de discusiones y de desplantes más dignos de un patio de recreo que de unas instituciones con treinta años de antigüedad. Un show que ha culminado con un intenso partido de fútbol, más dado al espectáculo que al buen deporte. Mientras unos coreaban, puño en alto, viva España, otros se jactaban de progresistas. No había lugar para medias tintas. Ni medios vasos. Llenos o vacíos.
En definitiva, el fin de cuatro años de crispación política, reflejado su punto álgido en dos debates televisivos infinitamente copados de proselitismo en su estado más primario. Frasquitos de simpleza, dosificada en intervenciones de un par de minutos. Pero ha parecido bastar. Los españoles nos hemos volcado con inmensa abnegación en las urnas, defendiendo poco más que un color, poco más que un sueño. Blanco o negro. Desde el 89 y en adelante, testigos a su vez de una progresión (más geométrica que aritmética) del número de votos destinados a avalar el bipartidismo. El voto útil que demandaban populares y socialistas no ha dejado lugar a la diversidad. IU ha obtenido el mayor fracaso electoral de toda su trayectoria democrática con tan sólo 3 diputados, frente a 23 en el 79 o 21 en el 96. Tiempos mejores. El partido socialista de Euskadi aventaja al PNV en 11 puntos, también por primera vez en la historia de la democracia. Las dos fuerzas políticas principales, cabezas de cartel, han cerrado camino a los pequeños partidos. La ley electoral se ha convertido en una criba para ellos, obligados a permanecer impasibles ante algo que ni les va ni les viene a los representantes de las dos Españas. Las minorías son hoy más minoría que nunca, mientras perdemos la capacidad crítica, tan trascendental en tiempos como los que corren.
Y por mucho que miro no veo más que hooligans de uno y otro lado, coreando a pies juntillas las siglas de lo que presumen evocar, acopiadas fuerzas e institucionalizado símbolos que aparecen hoy desvirtuados, confundidos significante y significado. La bandera de España representa sólo a la derecha y la izquierda de hoy en día se hace llamar PSOE. Que Víctor Manuel ha abandonado los mítines de IU para acoplarse a los grandes, y es que al parecer el pelotazo urbanístico en esta izquierda está mejor visto. Que la derecha es algo más que una confabulación de obispos radicales predestinados a hacer del mandato de dios la única realidad posible. Que alguien dijo una vez que la palabra y la razón hablan, y la ignorancia y el error gritan. Que la duda es uno de los nombres de la inteligencia. Que se puede ser de izquierdas y se puede ser de derechas, pero que se debe ser crítico.
La televisión se ha convertido en un instrumento de adoctrinamiento ideológico con Iñaki Gabilondo al frente de la uniformidad mental y Eva Hache abogando por un humor que ni es humor ni es nada, más que ridiculización constante del adversario político. La radio es ahora una fuente de catastrofismo y singularidad de la mano de uno de los cuatro jinetes del apocalipsis, alias Federico Jiménez Losantos. Y los periódicos son hoy como los dos gráficos sobre la evolución del paro que nos mostraban ZP y Rajoy en la televisión no hace mucho, que depende de cual mires estás en un país o estás en otro.
No somos capaces de utilizar adecuadamente la empatía para darnos cuenta de que, ni nosotros estamos tan cuerdos, ni los otros tan locos. De que pecamos todos de utilizar la política de una manera rastrera, de tergiversadores, de manipuladores. Que enseñar “costumbres españolas” o “educación para la ciudadanía” es al fin y al cabo, enseñanza en favor de la integración. Que distanciándonos hasta la radicalización sólo conseguiremos fragmentar el país, y aún quedan testigos presenciales para recordarnos en lo que acabó un día otra situación de crispación. Que dos no discuten si uno no quiere, y qué más da quién tiró la primera piedra.
En manos de gobierno y oposición está adecuar medios de diálogo, volver a unir las fuerzas en temas trascendentales de estado, como lo son la política territorial, la política anti-terrorista o la crisis económica. Que ya está bien de circos mediáticos. De elefantes voladores contra tigres malabaristas.

Todo tiene un principio y cinco finales alternativos

Pero no vamos a hablar hoy del final. Lo interesante es lo que empieza hoy, aquí, en esta primera entrada. Lo que implica.
Hoy he cruzado la barrera de la desinformación, me he montado al carro de las nuevas tecnologías, he combatido con la testarudez informática y he vencido, colándome de lleno en la era de la comunicación. Hoy quiero ser a internet lo que a Madrid es el Pirulí (torre de comunicaciones).
He pasado de estar OUT a estar IN.
Hoy, y por primera vez en las obras completas de mi vida, TENGO UN BLOG.